Page 141 - El arte del poder
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La Fama
Sexto paño de la serie de Los Honores
Pieter van Aelst, tapicero, según cartones atribuidos a Bernaert van Orley
Bruselas, hacia 1520
Oro, plata, seda y lana; 5,05 x 10,30 m
Patrimonio Nacional. Palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia), Museo de Tapices, n.o inv. TA.8/3, 10026280
bibliografía: Catálogo de la Exposición Histórico-Europea 1892-1893, salas XVI y XVIII, n.os 248-253; Delmarcel 1979, pp. 41-57; Junquera y Herrero 1986, pp. 35-44; Herrero 1991, pp. 26-39; Herrero 1992, pp. 55-64; Herrero 1994, pp. 71-80; Delmarcel 2000, pp. 102-113
Los monarcas de las Casas de Austria y de Borbón, reinantes en España, consideraron los tapices como alhajas representativas de la autoridad de la Corona. Las adquisiciones efectuadas durante el rei- nado de Isabel la Católica (1451-1504) y, en especial, de Carlos V (1500-1558) y Felipe II (1527-1598), acrecentaron la colección con obras maestras flamencas, entre las que destaca la monumental serie de nueve paños de Los Honores.
Esta serie, también denominada en los antiguos inventarios como La Fortuna, fue tejida por Pieter van Aelst (act. 1495-1531), famoso tapicero de la corte de Bruselas. El suceso que motivó su fabricación fue la elección de Carlos de Habsburgo, Carlos I de España desde 1516, como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, y su coronación en Aix-la-Chapelle el 23 de octubre de 1520, fecha que figura tejida en el tapiz de La Fortuna.
Aunque los nueve paños que forman la serie fueron terminados en 1523, Pieter van Aelst, por dificultades financieras, se vio obliga- do a hipotecar la tapicería a los agentes antuerpienses de los Fugger. El tapicero sugirió a sus acreedores que, en primer lugar, presenta- ran en venta tan preciosos tapices a Su Majestad Imperial, para quien habían sido tejidos. Esta sugerencia fue aceptada y se decidió enviar como muestra la pieza central de la serie con la alegoría de El Honor. El resto de los paños no fue enviado a Carlos V hasta 1526, año en que residía en Sevilla, en donde había contraído matrimonio con Isa- bel de Portugal, motivo por el cual fueron adquiridos. Se colgaron en la iglesia de San Benito en Valladolid, en 1527, para celebrar el bau- tismo del príncipe Felipe, y figuraron por primera vez en el inventa- rio redactado por Gilleson de Warenghien, tapicero de la corte del
emperador en Bruselas, en 1544. Tal y como indicó Carlos en su tes- tamento, los paños pasaron a su hijo Felipe II, permaneciendo des- de entonces en el Alcázar de Madrid. Pedro Gutiérrez, tapicero sal- mantino al servicio del monarca, dejó escrito que «si alguna [tapicería] puedo decir que es firme de todo género de tinturas, es la de los Honores, que V. M. estima como es razón»1.
No se ha hallado ningún documento que cite los nombres de los cartonistas, seguramente numerosos, ni se ha conservado ningún dibujo preparatorio. La serie es indudablemente producto de varios artistas, entre los que se debe citar a Bernaert van Orley y a Jean Gossaert Mabuse.
El anónimo programa iconográfico refleja la ética aristotélica y la filosofía estoica de la lucha de las virtudes contra el azar del destino. Su autor o autores se inspiraron en obras medievales, como De Vir- tutibus et de Vitiis et de Donis Spiritus Sancti de Alain de Lille (hacia 1150), y coetáneas, como Les Illustrations de Gaule y Singularitez de Troie (editados en 1510 y 1513) de Jean Lemaire de Belges, humanis- ta de la corte de Margarita de Austria.
La secuencia escénica de los nueve paños de Los Honores es here- dera del sistema plástico medieval de acumulación de elementos aná- logos, donde la figuras —personificaciones de cualidades morales y vicios antagónicos, encarnados en numerosos personajes de la mito- logía clásica, la historia bíblica, la historia de la Antigüedad y la his- toria de la Edad Media— están ordenadas bajo la jerarquía ideal del tema, del que son un «detalle», de manera que esta tapicería puede catalogarse como una Historia magistra vitae tejida, o un manual de moral laica cuyos emblemas e inscripciones enlazan con los progra- mas elaborados para las entradas triunfales o joyeuses entrées de monarcas y príncipes. La composición de las escenas, centrada por una estructura arquitectónica o templo de virtud y estructurada en dos niveles superpuestos, es un claro reflejo de las arquitecturas efí- meras y arcos triunfales levantados en las ciudades para tales ocasio- nes2. Las fuentes literarias para este discurso alegórico moral sobre la ética real eran múltiples y destacan, como va dicho, las obras de Alain de Lille y de Jean Lemaire des Belges, sin olvidar las clásicas de Ovidio, Valerio Máximo, Bocaccio y Petrarca, cuyas efigies apa- recen tejidas en el paño central dedicado al templo del Honor. El análisis y orden iconográfico establecido por el profesor Delmarcel distribuye los nueve tapices en grupos de tres paños; en el centro la tríada formada por el templo de El Honor, en cuyas gradas desem- bocan las escalinatas que arrancan de los paños correspondientes a los templos de La Fe y La Fama. Este tríptico central es flanqueado,
140 las armaduras como obras de arte e imagen del poder