Page 135 - El arte del poder
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 Guarnición regalada
por el duque Carlos Manuel I de Saboya al rey Felipe III en 1603
Milán, hacia 1585
Acero repujado, cincelado, grabado, dorado y damasquinado, oro, plata, tejido
[33] Borgoñota: alto 36 cm; ancho 27 cm; peso 2375 gr
[34] Rodela: diámetro 57,5 cm; alto 7,5 cm; peso 3930 gr
[35] Testera y capizana: largo 138 cm; ancho 27 cm; alto 21 cm
[36] Guardamaslo: largo 37,2 cm; ancho 18,7 cm; peso 765 gr Patrimonio Nacional. Madrid, Real Armería, cat. A.291, A.292 y A.293
bibliografía: Martínez del Romero 1849, n.o 1918; Valencia de Don Juan 1898, pp. 71-72, 97-100, n.os A.291-A.293, lám. XVI, figs. 46-47 y 61-62; Godoy 2003, pp. 324-360 y 489-491
En 1585 la infanta Catalina Micaela (1567-1597), hija de Felipe II y de Isabel de Valois, se casó con Carlos Manuel I, duque de Saboya (1562- 1630). Con motivo de este importante enlace, por el que emparenta- ba con la familia real española, el duque de Saboya debió encargar una sofisticada y fabulosa guarnición de parada, aquí representada por un juego de borgoñota y rodela, una testera y un guardamaslo de caballo. En 1603 Carlos Manuel envió a sus tres hijos desde Turín a la corte española para que se formaran junto a su tío, el rey Felipe III. En un momento en el que el trono español no tenía todavía herede- ro, los jóvenes, posibles pretendientes al trono, llevaron consigo un rico presente compuesto por esta guarnición y otros efectos, testimo- nio de la riqueza y rango de la Casa de Saboya. Uno de los portado- res del regalo fue, siendo un adolescente, Manuel Filiberto de Sabo- ya (1588-1624), cuya armadura y retrato, ya adulto, realizado por Van Dyck se pueden apreciar también en esta exposición (cat. 66 y 67). Las armas enviadas en 1603 datan sin embargo de dieciocho años antes, por lo que no debieron ser utilizadas por Felipe III. Este rega- lo real y a la vez diplomático representaría a la Casa de Saboya en la prestigiosa Armería Real española, que custodiaba la colección de Carlos V y de Felipe II. Estaba compuesto por una pequeña guarni- ción de a caballo y de a pie, dos bardas de caballo, dos juegos de cela-
das y escudos a la turca con sus sables, además de otros elementos complementarios hoy perdidos. En la actualidad carece en parte de su esplendor original, pese a la riqueza de las superficies relevadas y damasquinadas en oro y plata, ya que ha perdido las piedras precio- sas, cristales pintados y camafeos aplicados que realzaban la decora- ción del conjunto, de carácter suntuoso, fantástico y triunfal. El inven- tario de la Real Armería de 1594-1652 (fol. 112o) permite apreciar su riqueza al describir la rodela aquí expuesta: «Una Rodela sembrado todo el campo de piedras [preciosas] y cristales luminados aforrada en terciopelo negro bordado de oro y plata». La borgoñota está coro- nada por una esfinge, cuyas alas ya estaban perdidas en el siglo XVIII. Los lados de la calva están decorados con sendos medallones ovala- dos. En el derecho Rómulo y Remo acompañados por la loba se sitúan entre el río Tíber y las colinas de Roma. En el izquierdo, el carro de Faetón, hijo del sol, se precipita sobre el río Erídano, fulmi- nado por los rayos de Júpiter para acabar con su errático viaje que podía causar una conflagración universal.
En la rodela, el medallón central recoge una anécdota narrada por Plutarco en la que Alejandro Magno (356-323 a. C.), aún niño, domó a Bucéfalo en presencia de su padre, Filipo II de Macedonia (382- 336 a. C.), situado frente al caballo y tocado con una corona de lau- rel. Alrededor se disponen otros cuatro medallones ovalados con esce- nas de cacería de un elefante, un león, un oso y un toro, todos ellos animales asociados a la fuerza y posibles referencias a los diversos territorios conquistados por Alejandro.
La fabulosa testera del caballo forma parte de una de las dos bar- das de la guarnición, hoy incompleta. Representa la cabeza y el cue- llo de un dragón, con las vértebras marcadas sobre su eje, pelaje y piel de escamas en toda su superficie. En el testuz ostenta una pun- ta evocando un unicornio. Sobre los hocicos del caballo se situa- ban los de la testera, flanqueados por dos colmillos curvos, todo ello concebido para que en los días fríos del invierno este dragón cobrara vida.
El guardamaslo pertenecía a la misma barda que la testera, como atestigua el estar rematado por otra cabeza de dragón que mantiene la piel de escamas. Tiene la particularidad de que puede ser visto en ambos sentidos, convirtiéndose en un fantástico mascarón cuando se mira desde su extremo superior. a.s.c.
134 las armaduras como obras de arte e imagen del poder



















































































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