Page 168 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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Puestas las armas a disposición de Bouvila, éste se las volvió a vender a Carranza, que ahora luchaba contra Villa y Zapata, sus antiguos aliados. Según la revista en estas mis- mas fechas, antes de dedicarse al cine, pero cuando ya trabajaba para Onofre Bouvila, Honesta Labroux había bailado una noche para Huerta; éste había quedado al instante prendado de ella, le había ofrecido sumas de dinero incalculables, le había prometido implantar a su vuelta a México la monarquía otra vez allí para coronarla emperatriz, como a la infeliz Carlota; todo en vano. Esta escena se había producido, según la revista, en la «suite» del hotel Internacional que ocupaba el traidor. Este hotel era el mismo que se había erigido en el plazo increíble de sesenta y seis días para acoger a los visitantes a la Exposición Universal de 1888. El techo y las paredes de la «suite» que ocupaba Huerta presentaban varios impactos de bala; había sido seriamente amonestado por ello por la dirección del hotel; además maltrataba al personal de palabra y de obra y no pagaba. Esa noche de amor dicen que iba descalzo, que llevaba abierta la bragueta y que debajo de la camisa desabotonada dejaba ver una camiseta amarillenta y agujereada: con esta pinta sus promesas eran difíciles de creer.
La ciudad de los prodigios
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