Page 142 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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Este reajuste no se habría podido hacer a tan gran escala de no haber venido en ayuda de los pueblos la energía eléctrica: con este fluido continuo e invariable estaban garan- tizadas la regularidad y la puntualidad en todo. Un tranvía movido por energía eléctrica ya no dependía de la salud e incluso de la buena disposición de unas mulas para cumplir un trayecto con precisión de reloj; ahora los usuarios del tranvía se solazaban pensando esto: Sabiendo qué hora es, sé cuánto falta para que venga el tranvía. Estos cambios tampoco se habían podido hacer en un decir Jesús; se habían ido haciendo gradual- mente: primero las cosas más necesarias; luego, las superfluas. Las diversiones y los es- parcimientos, por lo tanto, habían quedado para el final: las corridas de toros seguían durando muchas horas; si un toro salía decidido o resabiado, si iba matando caballos a medida que éstos aparecían en el ruedo, la corrida del domingo por la tarde podía pro- longarse hasta bien entrado el lunes.
La ciudad de los prodigios
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