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Frente a esta capacidad limitada de recursos natu- rales y de «cosas», la presencia de los barcos españoles y de sus productos manufacturados impactó, sin duda, en los sistemas de estatus indígena y en su ontología subyacente. El acceso al estatus y a las jefaturas en las Marianas estaba vinculado, como en gran parte de la Micronesia, a la afiliación matrilineal, aunque también a la capacidad de liderazgo de los individuos (Petersen, 2009). Según las primeras crónicas españolas los clanes cónicos matrilineales chamorros se organizaban en dos grandes grupos, los matao de alto estatus y los mana- gachan de bajo estatus (Morales y Le Gobien, 2013; Driver, 1977; Martínez, 1997). Esta clasificación jerár- quica entre clanes de diferente prestigio no es única en Micronesia y ha sido descrita en otras islas de la zona como en las islas de Yap o en las Palaos (Alkire, 1977). Los clanes vinculados a los matao disponían de los me- jores recursos de la isla incluyendo acceso a arrecifes con buena pesca y salida al mar. Los clanes costeros de matao controlaban el comercio entre las islas, mientras que los clanes de menor estatus –managachan– que- daban relegados al interior de la isla, zonas fluviales, de altura y vinculados al desarrollo de la agricultura.
Desde 1521 hasta la llegada del galeón San Diego en 1668, que instauró la primera misión permanente, la llegada de productos, principalmente hierro, debió im- pactar seriamente en los sistemas de estatus y de poder de la isla incrementando la tensión intraétnica. La llega- da masiva de machetes, clavos y hachas, entre muchos otros productos manufacturados, alteró los procesos tradicionales de redistribución, de acceso a bienes de prestigio y posiblemente afectó a las capacidades polí- ticas y de liderazgo de ciertos jefes en favor o en detri- mento de otros. No obstante, los intercambios durante estos años de contactos esporádicos se producían casi exclusivamente en el océano, fuera del arrecife, con lo que el acceso a estos nuevos productos venidos del más allá permanecía principalmente en manos de los clanes matao, quienes disponían de las embarcaciones necesarias para establecer contacto con los españoles y controlaban las costas. Sin embargo, en 1668 con el establecimiento de la primera misión permanente en la isla de Guam comenzará la filtración progresiva y cons- tante de productos españoles hacia el interior de la isla, democratizando su acceso e impactando aún más en los sistemas tradicionales de poder.
Frente a una producción económica y tecnológica propia de un pueblo oceánico del siglo xvii, el galeón San Diego, donde viajaban los primeros misioneros je- suitas en 1668, desembarcó en la isla de Guam, junto a las personas y sus ideas, los siguientes productos:
«trigo y harina, vino de misas, yerros para hacer hostias, or- namentos de varios colores, [...] cálices y misales medianos breviarios y manuales Romanos, campanas, por lo menos dos y tres medianas, vinagreras de vidrio, ampolletas o reloj de arena y de sol, espejos, agujones para navegar y piedra y man[sic.] para retocarlos, frasqueta usual para vino de misas, anteojos para viejos de varios grados, estuches ordinarios y de cirugía, navajas de barba, tijeras, cuchillos de cortar plumas y demás y cocinas, piedras pequeñas de ámbar, pedernales, eslabones y azufre para encender, hilo blanco y azul de co- ser, agujas ordinarias y de velas, cordel de varios géneros para redes, anzuelos grandes y pequeños, alfileres, alambres delgados y gruesos, papel para escribir y de estraza, cañones de escribir, plumajes vistosos, oropel y otras cosas de este género que me piden los compañeros para contentar a aque- llos pobres y yo por no descontentarlos lo pongo aquí. Pitos cascabeles, sonajas flautas, gaita o cualquier otro instrumento fácil de tocar, trompeta clarín o cimbal, arpa, guitarra, cuerdas, tambor, abalorios, granates, cuentas de vidrios.
Hierro que es lo mas sustancial en aquellas tierra y ace- ro de los que llaman de coronilla. Pueden venir dos o tres arrobas y algunos azadones, hachas, hachuelas, sierras, li- mas grandes y chicas, clavos grandes y pequeños hachuelas, candados grandes y pequeños con sus armellas, goznes y cosas para puertas y casas. Arados, ajos y cebollas, semillas de maíz, arroz, lentejas, garbanzos y las demás que parecie- ran enviar de frutas legumbres y hortalizas. Animales varios para criar y labrar la tierra. Aves, palomas y algún papagayo que admiran mucho [...]. Ollas de alambre otras cosas ne- cesarias para cocinar. Pucheros, jarros, porongos y demás cosas de barro que buenamente pudieren venir, remedios contra ratones, aunque sea rejalgar, colores para pintar. Paño y lienzo de cualquier género, sombreros cordobán, suelas, badanas, cintas blancas y de colores, medias o de que se hacen las mantas obradas de Castilla. Cruces y si hay algunos crucifijos pequeños, medallas, aunque sean de las que se venden en México. Tierra de san Pablo, estampas es- pecialmente de los misterios de nuestra Santa Fe, vida de nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen, del juicio y demás novenas. Cartillas de niños, catecismos, algunos rosa- rios hechos y algún horno e instrumentos con que hacerlos. Mantas de indios, gorros, sotanas y vestidos de pobres, cor- dobán y suelas para zapatos» (Carta de Diego Luis de Sanvi- tores a Francisco Bello, México, 1668).
Esta es la lista de objetos que Diego Luis pidió al procurador jesuita Francisco Bello que se consiguie- ran y cargaran en el barco que los llevaría a la misión en las Marianas y sabemos que Diego Luis, misionero burgalés, consiguió el apoyo de la hermandad de San
2 HUGUA. EL PERIODO COLONIAL