Page 61 - I estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las Marianas y la cultura chamorra
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seguir el camino hacia Dios, el único posible. Las hostilidades intermitentes y mortíferas entre ambas clases y sus adeptos, por un lado, y los misioneros y sus guardias, por el otro, constituirían lo que la his- toriografía tradicional ha denominado como guerras hispano-chamorras5.
Aunque la historiografía tradicional ha mantenido una estrecha conexión entre los jesuitas y los soldados de los presidios fronterizos, Diego Luis de San Vito- res llegó a las islas Marianas en 1668 sin apoyo militar (RAH, Cortes 567, 9-2676/4). Sin embargo, las cosas se pusieron feas enseguida. El primer acto violento con- tra un misionero ocurrió en agosto de 1668 y constitu- yó, para San Vitores, un presagio del martirio que con toda probabilidad les esperaba a él y quizás a otros mi- sioneros en las islas (García, 1673: 122, 126). En el inci- dente, que se produjo en Nisichan (Nisihan o Nisi’an), resultó herido el padre Medina, aunque por suerte sus heridas no revistieron la suficiente gravedad como para impedirle continuar su labor evangelizadora. Por tanto, tras su recuperación continuó su camino hacia Sacayán, Upagat, Tupongan, Orodria, Oroaña, Megga, Pago y Paa. Sin embargo, poco después tuvo lugar un segundo incidente, aunque en otra isla. Los padres Luis de Morales (1641-1716)6 y Tomás de Cardeñoso (1635-1715)7 habían sido enviados a la isla de Tinián ese mismo mes de agosto, acompañados por varios ayudantes. Para entonces, el superior de la misión ha- bía organizado a los asistentes seglares en una unidad cuasimilitar, en la que había también capitanes y sar- gentos, a la que denominaron Escuadrón Mariano8. El intento de los misioneros de convertir a los chamorros de Tinián no acabó bien, y terminaría saldándose con la vida del sargento Lorenzo Castellanos y su traductor
5 Los episodios de violencia y tensión se alternaban con períodos más pro- longados de paz y relativa tranquilidad, e incluso en tiempos de conflicto, las muertes violentas no eran tan frecuentes como sugería la historiografía tradi- cional. Los relatos de los jesuitas exageraban el grado de violencia, probable- mente a causa del deseo hagiográfico de la orden de magnificar el peligro y la violencia que experimentaban en las islas. Ver: (Hezel, 2014: 1-16; Hezel, 2015). 6 Tras una breve estancia en las Marianas, volvió a Manila y, desde allí, fue enviado a Madrid como procurador de la provincia jesuita de Filipinas. «Pri- mus catalogus anni personarum anni 1671», ARSI, Philipp. 2-II, Cat. trien.: 1649-96, fol. 353v.
7 Cardeñoso nació el 22 de diciembre de 1635 en Paredes (Cuenca, La Mancha, España), y se ordenó como jesuita el 2 de junio de 1664. Falleció en 1715. «Primus catalogus anni personarum anni 1684», ARSI, Philipp. 2-II, Cat. trien.: 1649-1696, fol. 424r.
8 El Escuadrón Mariano fue creado por San Vitores después de que la vio- lencia que estalló en 1669 revelara la necesidad de los misioneros de una defensa armada. Ver: (García, 2004: 218).
de tagalo, Gabriel de la Cruz (Morales y Le Gobien, 2017: 123-24, 132-33). Incluso el padre Morales resultó herido en una pierna, por lo que San Vitores le ordena- ría su retorno a Guåhån. Todos estos acontecimientos se produjeron en octubre de 1668 (ARSI, Philipp. 13, Hist.: 1663-1734, fol. 5v). Aunque a estas alturas la vio- lencia no era más que esporádica, pronto se cobraría su primer mártir.
Aquel protomártir era el padre Luis de Medina (1637-1670). Como subrayaron sus hagiógrafos, el sa- cerdote asumió un papel fundamental en la resolución de conflictos locales (Ledesma, 1670, fol. 8r; Florencia, 1673, fols. 36-42; García, 1673: fols. 96, 255-56); de ahí que, a finales de 1669, volviese a la isla de Tinián para mediar entre dos aldeas rivales: Marpo y Sungharon9. Medina indujo a los líderes rivales a prometer que de- jarían atrás los agravios del pasado mediante largos discursos apaciguadores y negociaciones de paz, en ambos casos cargadas de exóticas ceremonias y gran simbolismo. Como señala Broggio, este modelo de mediación no era nuevo, sino que se asemejaba a la es- trategia pacificadora empleada por los jesuitas en sus «misiones populares» en la Europa católica (Broggio, 2005: 57-89). En las misiones fronterizas del «Pacífico», como en Europa, el clero desempeñaba el papel de au- toridad moral que podía garantizar un estado de paz y bienestar10.
El 24 de enero de 1670, tras el tradicional intercam- bio de caparazones de tortuga, ambas aldeas se recon- ciliaron y, en el lugar donde tuvo lugar la ceremonia, los sacerdotes levantaron la ermita de Nuestra Señora de la Paz (García, 1673: 86; Morales y Le Gobien, 2017: 147-48). Un escuadrón improvisado de voluntarios ma- rianos permaneció allí durante dos meses para garan- tizar que la paz perdurara. Sin embargo, el conflicto se reavivó al poco tiempo y estos hombres fueron ataca- dos. Uno de los ayudantes tagalos de los sacerdotes, un muchacho de doce años llamado Andrés de la Cruz, fue asesinado en el altercado resultante, junto con el
9 La generosidad que los jesuitas mostraron a Kepuha, a quien regalaron «dos arcos de acero y un sombrero», supuso que otros líderes chamorros se sintieran menospreciados (García, 2004: 218-24).
10 El «Pacífico (español)», un concepto de invención colonial, hace referen- cia a un grupo de civilizaciones demasiado heterogéneas y culturalmente diversas como para formar una región cultural coherente. Matt K. Matsuda lo describe, por el contrario, como un mosaico donde convergen la historia de Asia, de las islas del Pacífico y del occidente de México (2006: 763). En su libro Pacific Worlds, Matsuda analiza una historia translocal que enfatiza la «interconexión de los distintos mundos» (2012: 5-6).
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La semilla de los mártires y el martirio en las Marianas (siglo xvii)