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en popularidad a partir del 1100 a. C. En los siglos posteriores, la cerámica se fue volviendo más gruesa y pasó a tener menos detalles decorativos, mientras que los ornamentos de concha adquirieron formas más bastas y sencillas. Por otro lado, la mayoría de las herramientas de piedra y concha de uso generaliza- do para cortar, rebanar, picar y machacar mantuvie- ron su forma estable en el tiempo, tampoco habría grandes alteraciones en los residuos resultantes de su fabricación.
2. 1100-500 a. C.
El descenso del nivel del mar comenzó, aproximada- mente, en el año 1100 a. C., lo que provocó que las zo- nas habitadas hasta entonces fueran quedando encla- vadas en el interior. En emplazamientos como Ritidian, los estratos de estas zonas habitadas quedaron cubier- tos por gruesas unidades de residuos de trasplaya acu- mulados, compuestos de corales rotos y gravas calcá- reas, formando así crestas de segunda línea a partir de las cuales se conformarían los siguientes asentamien- tos del 1100 a. C. en adelante. En otros lugares, como Casa de Taga y Unai Bapot, siguieron acumulándose sedimentos de forma regular sobre las capas de los an- tiguos emplazamientos, transformándolos en estables entornos de trasplaya que atraían cada vez más limos y arcillas terrígenos a la matriz sedimentaria.
A partir del año 1100 a. C., el descenso del nivel del mar fue sacando a la luz más terreno costero, permi- tiendo que los habitantes estableciesen asentamientos de mayor tamaño, si bien estas últimas generaciones tendrían que adaptarse a las condiciones cambiantes de la ecología de litoral y otros aspectos en constan- te transformación. Esta tendencia se perpetuaría a lo largo de todos los periodos sucesivos, dando pie gene- ralmente a un mayor número de oportunidades para utilizar el terreno costero con el paso del tiempo. En- tretanto, el potencial de uso de los terrenos interiores y elevados permanecería estable, en líneas generales.
Al mismo tiempo que la ecología costera fue cam- biando a partir del 1100 a. C., también fueron transfor- mándose los objetos y basureros, como se ha mencio- nado anteriormente. La producción de la mayoría de la cerámica con una minuciosa decoración y de los orna- mentos de concha muy especializados se interrumpió de forma abrupta. Aunque siguieron produciéndose unas pocas variantes hasta el 500 a. C., los objetos re- sultantes presentaban una calidad ornamental inferior,
con paredes de cerámica más gruesas y bastas, cuen- cos más grandes con decoraciones más sencillas e im- precisas, y abalorios de concha más gruesos y simples.
El cambio en la ecología de la costa afectó también a los basureros con restos de alimentos, tal y como se ha documentado con claridad en Ritidian (Carson, 2017a) y en Unai Bapot (Carson y Hung, 2017). En particular, los bivalvos de la especie Anadara sp. em- pezaron a tener dificultades para vivir en su nuevo hábitat, a lo que quizás se sumaron los efectos de su recolección por parte de las comunidades humanas locales. El tamaño de estas conchas empezó a dis- minuir, y también se fueron reduciendo en número con respecto a la mayor presencia de otros taxones de moluscos de mayor tamaño, como los gasterópo- dos Turbo spp. y Trochus spp. Al mismo tiempo, los taxones de roca, como los quitones, erizos y lapas, prácticamente desaparecen de los registros de estos emplazamientos que habían estado habitados hasta el año 1500 a. C., si bien sus poblaciones siguieron siendo abundantes en otras áreas.
3. 500 a. C.-500 d. C.
Llegado el año 500 a. C., los asentamientos orientados al litoral se vieron obligados a adaptar sus antiguas tra- diciones a la realidad: el nivel del mar había descendi- do y el medio costero era considerablemente distinto. Los arrecifes de coral de aguas someras antes del 1100 a. C. ya no existían y, en consecuencia, los hábitats aso- ciados a ellos habían desaparecido. En este nuevo en- torno, los humanos ya no tenían acceso a los mismos accidentes geográficos, las mismas fuentes de agua ni los mismos hábitats donde encontrar alimento de los que habían vivido sus ancestros en siglos anteriores.
Los humanos no «persiguieron» la línea de costa en su descenso, sino que invirtieron más en emplaza- mientos de interior. Allí donde en su día había habido asentamientos costeros, se empezó a prestar más aten- ción a las zonas orientadas hacia el interior de estas formaciones geográficas de litoral. Al mismo tiempo, al menos unas pocas comunidades se asentaron en zonas algo más de interior o más elevadas en las islas del sur de mayor tamaño.
En el contexto de la incipiente estabilización de la zona de trasplaya a partir del año 500 a. C., se realiza- ron enterramientos en cementerios designados para ello y en zonas de cuevas rituales, separados físicamen- te de las zonas habitadas. Aunque hasta el momento
1 HÅCHA. DESDE EL POBLAMIENTO DE LAS ISLAS HASTA LA LLEGADA DE LOS EUROPEOS