Page 171 - I estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las MarianasI estoria-ta: Guam, las Marianas y la cultura chamorra
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Se dejó constancia también de que los habitantes de los conjuntos latte veneraban los cráneos de sus ancestros. Este fuerte lazo con los restos de los ances- tros y los emplazamientos funerarios aún perdura en la práctica cultural de los CHamoru hoy en día, por lo que no es raro visitar las sepulturas de los familiares de forma periódica durante el año. De hecho, pasar por el cementerio después de la misa de los domingos es una tradición en mi familia.
A los navegantes europeos, cuyas culturas eran eminentemente patriarcales y patrilineales, les resul- taba completamente ajeno y perturbador aquel siste- ma de parentesco matrilineal en que las mujeres de mayor categoría jerárquica y sus hermanos de los más altos estratos sociales compartían el poder y la auto- ridad en los clanes. Describieron exhaustivamente el poder que ostentaban aquellas mujeres, fascinados al mismo tiempo por la liberación sexual de los «indios».
Sin duda, en los clanes habría conflictos sin re- solver, y el sistema de castas reveló un orden social que favorecía a unos a expensas de otros. No era perfecto, pero lo cierto es que parece idílico visto en retrospectiva.
4. På’go...
Nuestros ancestros tenían libertad soberana, al con- trario que nosotros. Sus fuentes de alimento, agua y aire no estaban contaminadas con sustancias químicas. Sufrían los desastres de la naturaleza (tifones, mare- motos, terremotos), igual que nosotros, y eran fuertes y resilientes, como nosotros lo somos. Resolvían los conflictos utilizando prácticas culturales que les permi- tían perpetuar su modo de vida, pero en cierto modo hemos perdido esa costumbre.
Ahora, dejemos volar nuestra imaginación a un día unos ciento cincuenta años antes de que los ma- ga’låhi de la talla de Kepuha, Matåpang, Hurao, Hirao, Malagueña, Gådao y tantos otros hubiesen aún adquiri- do un papel de peso en la historia de Guam. Es un día grabado en nuestra memoria histórica como una fecha de finales y comienzos, un día cargado de emoción, asombro, promesas, rabia, traición y engaño. Cómo olvidar un día de semejante contradicción. Es un día cuyo nombre ha sufrido numerosos cambios, desde el Día de Magallanes hasta el Día del Descubrimiento, el Día de la Historia de Guam y el Día del Patrimonio CHamoru, cambios que han venido acompañados de una conciencia cada vez mayor de quiénes somos.
A principios de marzo de este año, el Juan Sebas- tián de Elcano navegó hasta nuestras orillas para con- memorar el quinto centenario de la circunnavegación de la Tierra de Magallanes. La bandera española on- deaba con orgullo. Esta vez, la visita revestía un cariz muy distinto. Era una visita deliberada para reconocer el desastroso encuentro entre nuestros ancestros y la flota española que llegó a nuestras orillas hace quinien- tos años, y la destrucción que vendría después a raíz de malentendidos, actos violentos y las enfermedades que llegaron con ellos.
Antes de poner rumbo a las Filipinas, donde Maga- llanes perdió la vida a manos de Lapu-Lapu, el capitán del Elcano transmitió a los CHamoru las disculpas de España. Entre cantos y coros, los despedimos con un Adios estaki. Hasta la próxima. Un verso muy distinto del que, imagino, se habría cantado al avistar los na- víos de los forasteros tras el fatídico encuentro entre los habitantes de Humåtak (Umatac) y Magallanes y su tripulación el 6 de marzo de 1521.
5. Mo’na yan Tåtte...
Maldiciones y bendiciones: navegando por MI identidad indígena entre imperios coloniales
La generación de navegantes que formaban parte de esta expedición moderna no son nuestros enemigos. Quién sabe si sus genealogías y las nuestras están co- nectadas de algún modo por el accidente de periplos anteriores. Porque hubo muchos. Se surcaban los océanos y los continentes en busca de riqueza, poder y prestigio. Los primeros le granjearon a Guam la du- dosa reputación de estar mancillada. En palabras del historiador del Pacífico, Douglas Oliver, «el expolio de Oceanía empezó con Guam».
Navegaban como conquistadores, misioneros, ex- ploradores, balleneros, piratas y pioneros en busca de una nueva vida. Tras el encuentro de 1521, llegaría Le- gazpi en 1565, luego San Vitores en 1668, Quiroga en 1679, Marina en 1898, Leary en 1899, las Fuerzas Impe- riales Japonesas durante la Segunda Guerra Mundial, y Skinner en 1950. Estas oleadas de forasteros trajeron consigo la varicela y la gripe, y depositaron su ADN en nuestro acervo genético. Muchos se quedaron, forma- ron familias, abrieron negocios. Pasaron a ser nuestros tatarabuelos, nuestros tåtas y nuestros papas.
Lo cierto es que ha habido tal mezcla de sangre en los últimos quinientos años que resulta imposible se- parar nuestra genética de la de quienes nos coloniza- ron. Su lengua pasó a formar parte de la nuestra, y lle- vamos sus nombres, sus genes y su fe, pero seguimos siendo el pueblo de esta tierra.
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