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De la Ilustración a la industrialización. 1769-1899. Un siglo de cambios en la historia de las islas Marianas
Figura 48: Foto postal tomada durante la administración japonesa, en la que aparece un telar de cintura, tradicionalmente empleado en las Islas Marianas del Norte por la población refaluwasch. Colección Particular.
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ampliación de la zona cultivable de la ciénaga del Atanta- no, al este de Agaña, para plantar arroz. Villalobos trató en vano llevar a las Marianas la vacuna contra la viruela2.
La isla de Tinian, que carece de ríos naturales y es- taba prácticamente deshabitada desde la reducción de finales del siglo xviii, fue una excepción al mantener su carácter de hacienda o granja real dedicada en su totalidad a la cría de ganado vacuno, que sería aten- dido por trabajadores llamados carolinos, siendo des- tinado el producto de la venta de carne macerada y seca, llamada «tapa», al sostenimiento de los leprosos o lazarinos residentes en el viejo hospital en Adelup (Driver, 2007: 12). La implantación de un sistema de explotación económicamente más rentable en Tinian, Pagan y alguna otra isla del archipiélago, mediante su
2 Los esfuerzos para extender la vacuna habían resultado fallidos desde el paso de la expedición Balmis por Manila en 1809, si bien el gobernador de las Marianas ya había recibido instrucciones respecto a la conservación de la vacuna en América, según una Real Orden de 1804 (NAP, Reales Orde- nes, Exp. 29. Pp. 164-167). La vacuna no llegaría definitivamente a las islas Marianas hasta la década de 1870. Ver Madrid (2006: 204).
arrendamiento a particulares que invirtieran en su desarrollo e hicieran visible la soberanía de España a los barcos que visitasen las islas, se propuso, estudió y aplicó en distintas ocasiones desde entonces y hasta el último año de soberanía española.
La economía del territorio, después del ciclo de transformación entre los años 1815-1828 (fin de la ruta del galeón Acapulco-Manila y Bando de Ricafort respec- tivamente), estuvo en buena medida ligada y supedita- da a la de Filipinas, si bien las Marianas se beneficiaron de la presencia y comercio a pequeña escala de barcos balleneros en torno a marzo y abril, que llegaban en gran número antes de su decadencia a mediados de siglo (Corte, 1876: 37, 94).
Esta dependencia relativa se traducía también en el abastecimiento de ropas y objetos de uso cotidiano como ropa de vestir y tejidos de uso doméstico. Lo li- mitado del mercado local hizo que el precio de las telas, ropas y demás tejidos importados fueran mucho más caros que en otros lugares. En 1817 las telas de calidad seguían siendo prohibitivas, como observaría Rose de Freycinet: «Estoy segura de que el precio de un solo chal