Page 74 - Anuario AC/E de cultura digital 2018
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La situación se complica si le añadimos las restricciones del espacio físico. La estanterías de un centro comercial no son infinitas, el espectro radioeléctrico no puede ocupar más
de veinticuatro horas de programación al día ni los cines pueden contener más películas que las que caben en un horario comercial. Con estas premisas, es fácil entender por qué gran parte del mercado cultural está copado por estos caballos ganadores efímeros, que buscan seducir al mayor número de público en el menor tiempo posible. Además, este consumo generalista de producto físico está muy condicionado por las campañas de márketing que se invierten para crearlos. Durante años, han reducido el espacio de otro tipo de contenido, ahora muy de moda: el no tan exitoso pero muy longevo long tail.
La larga cola alude a un mercado, secundario y alternativo, integrado por productos fuera de la órbita de explotación comercial convencional, presuntamente por su falta de rentabilidad. En la era analógica, este entramado cultural, de nicho, requería un extraordinario esfuerzo de búsqueda activa para el usuario, que disponía de escasa información sobre una oferta heterogénea y minoritaria. Los cines de arte y ensayo o las tiendas de libros de segunda mano, de discos para coleccionistas o DVD de serie B se percibían como cementerios de elefantes de la cultura.
El consumo cultural se ha visto en el centro de una tormenta perfecta, en la que han confluido la digitalización del contenido, la mejora de los soportes tecnológicos de consumo y la implanta- ción de la banda ancha. Este ha sido el caldo de cultivo que ha impulsado un profundo cambio en nuestros hábitos. Ha sido la fe en las posibilida- des de una oferta digital no circunscrita a los hits lo que ha movido a agentes como Netflix, Ama- zon o Spotify. Gracias a ello, el usuario ha dejado de estar tan condicionado en sus elecciones por el presunto valor añadido de estrenos y primicias. Sencillamente porque en estos nuevos servicios el catálogo se ubica, en términos de exposición, al mismo nivel. Las suscripciones digitales han permitido deshacerse de la mochila que constre- ñía la explotación a criterios de popularidad. Hoy
en día, al reducirse drásticamente los costes de producción, es posible estirar la vida de los pro- ductos y dejar sitio para nuevos lanzamientos sin grandes inversiones de márketing. Técnicamente hasta el infinito. Las más de 34 000 horas de contenido7 que se pueden ver en Netflix, los 30 millones de canciones8 que se pueden escuchar en Spotify o el millón de referencias9 que Ama- zon declara tener en su servicio Kindle Unlimited nos dan una idea de la magnitud.
¿Cómo se enfrenta el usuario a repositorios de contenidos de semejante magnitud? Esto nos lleva a la tercera palanca.
Las suscripciones digitales han permitido deshacerse de la mochila que constreñía la explotación a criterios de popularidad.
Big Data y la búsqueda de la eficiencia
El consumo de contenidos mediante disposi- tivos conectados genera un rastro digital muy abundante. Es lo que se conoce como Big Data, una expresión que alude a los datos masivos
que no pueden ser procesados por sistemas informáticos tradicionales (Fernández-Manzano; Neira; Clarés-Gavilán, 2016). La influencia del Big Data como palanca del cambio en el consumo cultural en pantallas es innegable. De hecho, se ha convertido en un eje central en la estrategia de los denominados «unicornios digitales» (Lee, 2013). Los datos masivos les ofrecen una posición privilegiada en términos de conocimiento de la audiencia a la que se dirigen. También subyace una cuestión de eficiencia en la gestión del servicio. La producción de contenidos no para de crecer. Y el contenido de catálogo está estirando al máximo la vida útil de los bienes culturales (el famoso long tail). Además, el almacenamiento, gestión y entrega de contenidos se produce en un abrir y cerrar de ojos. El usuario corre el riesgo de sentirse abrumado por la abundancia de la oferta y por la velocidad que permiten las consultas de contenidos en estas plataformas, de scroll y swipe infinitos. El Big Data ha venido al rescate.
                IMPACTO DEL MODELO NETFLIX EN EL CONSUMO CULTURAL EN PANTALLAS · ELENA NEIRA
Tendencias digitales para la cultura






















































































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