Page 52 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
P. 52

La obra de Mendoza, que denuncia regularmente los abusos del poder y está siempre lubricada por variados registros del humor, nos propone un cruce de sensatez burguesa y de anarquizante gamberrismo. Ofrece, ade- más, un tejido literario en el que convergen géneros, voces, ritmos y tonos narrativos diversos, que el autor cose con destreza asombrosa, hasta hacer desaparecer las costuras a ojos del lector. Esa idea de encrucijada, de mes- tizaje literario y vital, aflora también en los recursos y escenarios narrativos del autor, que transitan de lo excelso a lo chusco, de la tragedia a la come- dia, del palacio al antro más pulgoso. He aquí algunas de las claves esen- ciales de Mendoza, merecedor del Premio Cervantes en su edición de 2016.
Eduardo Mendoza Garriga nació en Barcelona el 11 de enero de 1943, en el seno de una familia de funcionarios de origen asturiano. Su padre, Eduardo Mendoza Arias-Carvajal, había visto ya la luz en la capital catalana, hijo de un abogado del Estado y, durante la mayor parte de su vida laboral, ejerció como secretario de la Fiscalía de la Audiencia de Barcelona. Su madre fue Cristina Garriga Alemany, hija de una familia de hondas raíces barcelonesas, propietaria de una empresa del ramo de la alimentación, en la que trabajó en sus años jóvenes.
El padre del escritor, además de ser una figura clave en la administración de justicia barcelonesa y un señor muy formal, fue también persona de in- quietudes culturales: lector de poesía (con predilección por autores como Rubén Darío, los hermanos Machado...), aficionado al teatro (Benavente, Echegaray...) y a los toros (cuando resonaban los ecos de la rivalidad entre Manolete y Arruza en la Monumental de Barcelona). Mendoza padre exhibió ante su hijo algunas de estas aficiones en el domicilio familiar, un espacioso piso en una finca burguesa de la calle Mallorca, número 300, en el Ensanche barcelonés. También en teatros o plazas de toros, además de en frontones, tertulias o peñas, a los que el futuro novelista le acompañó desde la infancia.
Cristina Garriga, tras aquel primer trabajo que alumbró en ella expecta- tivas de autonomía y libertad, luego interrumpidas por la Guerra Civil, con- trajo matrimonio acabada la contienda y se entregó a las funciones de esposa y madre. Eduardo y Cristina, sus hijos, la recuerdan curiosa e intui-
 52






























































































   50   51   52   53   54