Muchos oficios han sido, en tiempos, propios de gitanos. Esquiladores de animales, forjadores del hierro, vendedores de mantas y telas, hacedores de canastas de mimbre, tratantes de bestias, fragüeros de yunque, clavos y alcayatas, pero también decidoras de la buenaventura, quiromantes y hasta artistas circenses.
La rueda del carro se convertiría en el símbolo no solo vital, sino también laboral –pues del carro se iban a servir para muchos trabajos- así como la vara, la tradicional cachaba gitana: apoyo y defensa, icónica en su contención de respeto y de experiencia (y de edad, puesto que la cultura gitana ha concentrado el respeto a los mayores). Las ferias de ganado iban a ser punto de encuentro social de gitanos de distintos lugares y de conexión comercial con la sociedad mayoritaria.
La conocida Ley de Vagos y Maleantes fue aprobada por las Cortes Constituyentes de la República, y firmada y promulgada el 4 de agosto de 1933. El fundamento de esta norma era el comienzo del artículo 1º de la Constitución de la República de 1931, el cual señalaba que «España es una República de trabajadores de toda clase…». Se consideraba sospechosa a la persona que no tuviera trabajo, o no encajara en la estructura de trabajo predispuesta. Esta oprobiosa ley sería revisada y mantenida por el franquismo, adaptada a sus necesidades que tuvo su continuación en la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. En uno y otro caso, los gitanos iban a verse afectados. Especialmente, porque, con el traslado a las ciudades por necesidad de supervivencia según se iba arruinando el campo, sus profesiones tradicionales iban desapareciendo. Recogida y venta de objetos y chatarra, maneras variopintas de supervivencia… cualquier cosa que resultara no identificada a los regímenes urbanos, servía para estigma sobre los gitanos. La venta itinerante iba a convertirse en un nuevo oficio que les proporcionaría cierta esperanza.
The Romani have, over the years, made many trades their own. Skinners and shearers, blacksmiths, sellers of cloth and blankets, makers of wicker baskets, livestock dealers, founders of anvils, nails and hooks, but also fortune tellers, soothsayers and even circus performers.
The wagon wheel became a symbol not only of their lives but also their work, with the wagon being pressed into service in many trades, along with the traditional Romani walking stick or crook, used for support and defence, an icon of respect and experience (and also age, as the Romani culture prioritises respect for the elderly). Livestock shows became a social gathering for Romani from different places, and a point of commercial contact with the rest of society.
The Constitutional Parliament of the Republic passed the infamous Vagrants and Outlaws Act (Ley de Vagos y Maleantes) on 4 August 1933. The law was based on the opening of Article 1 of the 1931 Constitution of the Republic which indicated that “Spain is a Republic of workers of all classes...” Anyone who did not work, or who did not fit into the established structure of work, was viewed as suspicious. This shameful law was revised and maintained under Franco, adapted to his requirements through the subsequent Social Rehabilitation and Perils Act (Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social). In both cases the Romani found themselves affected, in particular because, as they moved to the cities to survive as the countryside went to rack and ruin, their traditional trades gradually disappeared. Collecting and selling scrap metal and odds and ends, any improvised means of survival... anything not identified with an urban structure provided a stigma for the Romani. Travelling sales became a new trade which gave them a degree of hope.
Muchos oficios han sido, en tiempos, propios de gitanos. Esquiladores de animales, forjadores del hierro, vendedores de mantas y telas, hacedores de canastas de mimbre, tratantes de bestias, fragüeros de yunque, clavos y alcayatas, pero también decidoras de la buenaventura, quiromantes y hasta artistas circenses.
La rueda del carro se convertiría en el símbolo no solo vital, sino también laboral –pues del carro se iban a servir para muchos trabajos- así como la vara, la tradicional cachaba gitana: apoyo y defensa, icónica en su contención de respeto y de experiencia (y de edad, puesto que la cultura gitana ha concentrado el respeto a los mayores). Las ferias de ganado iban a ser punto de encuentro social de gitanos de distintos lugares y de conexión comercial con la sociedad mayoritaria.
La conocida Ley de Vagos y Maleantes fue aprobada por las Cortes Constituyentes de la República, y firmada y promulgada el 4 de agosto de 1933. El fundamento de esta norma era el comienzo del artículo 1º de la Constitución de la República de 1931, el cual señalaba que «España es una República de trabajadores de toda clase…». Se consideraba sospechosa a la persona que no tuviera trabajo, o no encajara en la estructura de trabajo predispuesta. Esta oprobiosa ley sería revisada y mantenida por el franquismo, adaptada a sus necesidades que tuvo su continuación en la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. En uno y otro caso, los gitanos iban a verse afectados. Especialmente, porque, con el traslado a las ciudades por necesidad de supervivencia según se iba arruinando el campo, sus profesiones tradicionales iban desapareciendo. Recogida y venta de objetos y chatarra, maneras variopintas de supervivencia… cualquier cosa que resultara no identificada a los regímenes urbanos, servía para estigma sobre los gitanos. La venta itinerante iba a convertirse en un nuevo oficio que les proporcionaría cierta esperanza.
The Romani have, over the years, made many trades their own. Skinners and shearers, blacksmiths, sellers of cloth and blankets, makers of wicker baskets, livestock dealers, founders of anvils, nails and hooks, but also fortune tellers, soothsayers and even circus performers.
The wagon wheel became a symbol not only of their lives but also their work, with the wagon being pressed into service in many trades, along with the traditional Romani walking stick or crook, used for support and defence, an icon of respect and experience (and also age, as the Romani culture prioritises respect for the elderly). Livestock shows became a social gathering for Romani from different places, and a point of commercial contact with the rest of society.
The Constitutional Parliament of the Republic passed the infamous Vagrants and Outlaws Act (Ley de Vagos y Maleantes) on 4 August 1933. The law was based on the opening of Article 1 of the 1931 Constitution of the Republic which indicated that “Spain is a Republic of workers of all classes...” Anyone who did not work, or who did not fit into the established structure of work, was viewed as suspicious. This shameful law was revised and maintained under Franco, adapted to his requirements through the subsequent Social Rehabilitation and Perils Act (Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social). In both cases the Romani found themselves affected, in particular because, as they moved to the cities to survive as the countryside went to rack and ruin, their traditional trades gradually disappeared. Collecting and selling scrap metal and odds and ends, any improvised means of survival... anything not identified with an urban structure provided a stigma for the Romani. Travelling sales became a new trade which gave them a degree of hope.