Page 123 - El rostro de las letras
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    106 RETRATOS PARA TODOS
ba imprimir en el Banco de España, en los días en que la hacienda pública dependió de su mano. El tiempo fue pasando sobre su figura enfática, subrayada por una barba mefistofélica y lentes de miope que encontramos en las fotografías de Franzen, Compañy, Campúa y Salazar, hasta que un día se apagó su vida y, con ella, toda una época de la historia de España que él llenó con sus dramas de falsa pedre- ría, que hicieron llorar a los buenos burgueses de su tiempo.
Don Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843- Madrid, 1920) comenzó a aparecer en los Museos Fotográficos en los años postreros de la monarquía isabelina. Había llegado a Madrid en 1862 y de entonces son sus primeros retratos en formato tarjeta, que reflejan su elegante presencia, pantalón claro, abrigo negro y cadena de reloj con leontina, mirando a la cámara con ojos sorprendidos. Su persona se fue haciendo luego más cercana a sus lectores, que acabaron por familiarizarse con su figura larguirucha, subrayada por un poblado mostacho negro que fue encaneciendo conforme pasaban los años. La misma estampa que de él nos ha dejado Joaquín Sorolla en la rotunda madurez de sus cincuenta años recién cumplidos, sentado con desganada elegancia un un escaño corrido, con chaqueta y chaleco coronados por un lazo a rayas. Las fotografías de Amayra son ante- riores, con el novelista recién entrado en la treintena, la cabeza como jibarizada, presidiendo un cuerpo interminable y zancudo. Sin embar- go, aquel joven que miraba como intimidado a la cámara, era ya un terrible fustigador de todo lo apergaminado y herrumbroso de la vida social y política española, un escritor que escandabilizaba a la grey reaccionaria y complacía a las inteligencias libres y cultivadas, respe- tuosas con las ideas de todos, como él mismo. Más frecuente es hallar el rastro de sus retratos y los de las personas de su predilección, que colocaba en los muebles y en las paredes de su escritorio. Allí le sorpren- dieron más de una vez los reporteros, apaciblemente sentado y abrigado con una manta cubriéndole las piernas. Según los que le conocieron,
el maestro era persona de extrema timidez, fumaba constantemente unos puros que iba encendiendo con las colillas del anterior, apenas hablaba en las tertulias de café a las que acudía con desgana, no le iba el papel de protagonista, prefería mantenerse con la boca cerrada y los oídos siempre abiertos. Tampoco la voz le acompañaba, entre ceceosa y apagada, entre andaluza y canaria. Pero lo cierto es que, con apenas cuarenta años, ya era Galdós una gloria nacional, de una popularidad rara vez alcanzada en España por un escritor vivo.
Dos de los primeros retratos de don Benito Pérez Galdós realizados en Madrid. El de arriba es de 1863, un año después de la lle- gada del escritor a la ciudad, y es de autor desconocido. El de abajo fue realizado hacia 1880 y fue tomado en el estudio de OTERO. (Archivo Fotográfico ABC)
Página siguiente: ANÓNIMO. Retrato de don Benitoenlosdíasenqueinaugurósuvilla de San Quintín. Santander, 1894 (MECD. AGA. Fondo MCSE)
  




























































































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