Page 259 - Perú indígena y virreinal
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  El virrey Amat MARÍA MARGARITA CUYÀS
Felipe Manuel Cayetano de Amat y de Junyent, Planella y Vergós, sexto hijo y el menor de los varones del primer marqués de Castellbell, nació a primeros de marzo de 1707 en el castillo de Vacarisses en el Vallés occidental. Alumno del colegio de jesuitas de Cordelles de Barcelona, a los doce años abandonó la educación humanista para seguir la carre- ra militar. Con catorce años ingresó en la orden de San Juan de Jeru- salén y tras residir un tiempo en las islas de Malta y de Mallorca pasó a Marruecos, donde inició la vida militar activa. Al tratarse de un segundón, sólo disponía de la fortuna que podía proporcionarle el esfuerzo y el talento propios, de manera que partió hacia Italia para acompañar al entonces infante-duque Carlos en la campaña para recu- perar el dominio de Nápoles y Sicilia, que a la sazón se encontraban en manos austríacas. Ya en el verano de 1734, el joven rey Carlos VII de Nápoles, que un día llegaría a reinar en España como Carlos III, le dis- tinguió y reconoció por su labor pero aún hubieron de pasar veinte años hasta su nombramiento de gobernador, capitán general del reino de Chile y presidente de la Real Audiencia de Santiago de Chile, un gra- do que culminó en 1761 cuando el ya coronado Carlos III le ascendió a virrey gobernador, capitán general de Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima. Llegaba al cargo de virrey del fabuloso y lejano Perú, el virreinato de mayor prestigio de la Corona española, en la edad madura y tras una vida de trabajo y eficacia profesional. Amat, que qui- zás por tradición familiar había sido incondicionalmente fiel a los Bor- bones, se mantuvo siempre en esta línea y jamás defraudó a su señor, a quien se refirió siempre en catalán como a l’amo.
Manuel de Amat fue un modelo de gobernante del despotismo ilustrado y si bien durante los quince años de su mandato hubo actua- ciones de mayor o menor acierto, nunca antes había llegado a la metró- poli tal cantidad de oro y con tanta frecuencia y puntualidad. Su gestión, cuya relación figura íntegra en la Memoria de gobierno, coincidió con un momento próspero de Perú en el que la economía interior y exterior de los territorios de América iba en ascenso, aun a pesar del deterioro que supuso el descenso de la minería. A pesar de que en 1768 le corres- pondió ejecutar la orden de expulsión de los jesuitas de los territorios de su competencia, también deben apuntarse muchos otros aspectos
positivos de carácter social, como fueron: la introducción en Lima de las costumbres refinadas del Rococó, mejoras en materia de seguridad como el alumbrado público y las rondas nocturnas, además de la lote- ría que Carlos III había llevado desde Nápoles a España. De su perfil de hombre ilustrado destaca el interés por el urbanismo de Lima, los pro- yectos de la plaza de toros de Acho, la avenida conocida como Paseo de Aguas y la Quinta del Pardo, que reflejan el gusto por lo francés, así como la más rococó de las edificaciones limeñas: la iglesia del Santo Cristo de los Milagros en el monasterio de las carmelitas nazarenas.
Su gestión cultural, que se extendió a las universidades de Lima y Santiago de Chile, comprendió a su vez el patrocinio de las expedi- ciones científicas a través del océano Pacífico que llevaron las fragatas españolas, en 1770, a la legendaria isla de Pascua, rebautizada como de San Carlos, y en 1772 a la de Tahití, un lugar que figura en la carto- grafía marítima de la época con el nombre de isla de Amat. No menor resultó el interés por defender la costa del Pacífico, un esfuerzo que le condujo a la promoción de fortificaciones de entre las que destaca el fuerte Real Felipe en el puerto de El Callao, un conjunto de edificacio- nes de envergadura que sustituyeron a la antigua muralla y cuyos pla- nos se ocupó personalmente de supervisar a partir de su experiencia de ingeniero militar. Y a este respecto tampoco hay que olvidar los conocimientos que en su día adquirió en la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona y que le permitieron dirigir el diseño de los morteros que para El Callao ordenó fundir en Lima, unos artefactos bélicos que eran desconocidos y que nunca se habían utilizado en Perú antes de su mandato.
Fueron tres lustros de gestión brillante en las tierras del antiguo virreinato de Perú los que la historia de España debe a Manuel de Amat: un segundón de la nobleza que consiguió para su estirpe y para su tierra natal un lugar de prestigio en la historia de España. En Cata- luña la ciudad de Barcelona le debe, a su vez, el edificio más emble- mático del corazón de las Ramblas: el llamado palacio de la Virreina, una mansión que proyectó estando en Lima de la que no pudo disfru- tar y que al pasar a ser residencia de su viuda inmortalizó su recuerdo en la Ciudad Condal.
[ 266 ] CATÁLOGO. PERÍODO VIRREINAL




























































































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