Page 245 - Perú indígena y virreinal
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  NUMISMÁTICA ALBERT ESTRADA
La riqueza en metales preciosos hallada por los conquistadores españoles en las tierras americanas y, especialmente, por los hombres de Pizarro en el territorio del Perú, fue proverbial, tal y como todavía recuerdan algunas expresiones populares. Esta masa de metal no tardó en ser convertida en barras o lingotes y, por supuesto, en moneda.
De todas maneras, la primera moneda utilizada en el Perú fue la que llevaron allí los colonos de Castilla. Ésta no tardó en mostrarse insuficien- te para cubrir las necesidades cotidianas. La escasez de numerario propi- ció el desarrollo de una economía que, además de especies acuñadas, uti- lizaba el trueque, el pago en oro y plata a peso y, finalmente, otorgaba valor monetario a los tejidos de algodón y a las hojas de coca.
La dificultad de aprovisionar los territorios adquiridos con moneda producida en la Península, así como el abundante caudal metalífero local, forzó la decisión de fundar las primeras cecas americanas. En 1535 se creó la de México, en 1542 la de Santo Domingo, y en 1565 la de Lima. El establecimiento de esta última en la capital del virreinato del Perú fue un paso cautelosamente meditado por la Corona. Así lo demuestra la existencia de un informe del Consejo de Indias elevado a Carlos V en 1551 en el que se defendía su conveniencia.
La ceca de Lima tuvo una larga pervivencia: su funcionamiento estuvo plagado de intermitencias y sobrepasó el período virreinal. Además, Lima y parte de sus herramientas de trabajo estuvieron indirectamente vinculadas a los orígenes de la fundación de la ceca de Potosí, establecida entre fines de 1573 e inicios de 1575. Hasta la creación del virreinato de la Plata en 1776 y su agregación a éste, Potosí fue la principal ceca peruana. A partir de esa fecha Lima recuperó la primacía en las acuñaciones de su virreinato.
En las ordenanzas fundacionales se establecía que en Lima sólo se podría acuñar moneda de plata. De hecho, no se empezó a amonedar oro hasta el reinado de Carlos II. En Lima, como en Potosí y otras cecas ame- ricanas, se acuñaron las monedas macuquinas, esto es, acuñadas a golpe
de martillo sobre cospeles irregulares en grosor y módulo. Se trata de pie- zas de oro y plata de aspecto tosco y descuidado en el que se hace paten- te el carácter de sello de valor que tenía en su origen la estampación de los tipos monetales. Estas piezas tuvieron una larga circulación, que continuó tras la acuñación —ya en el siglo XVIII y por el sistema de prensa a volan- te— de monedas de aspecto más cuidado, estampadas sobre cospeles perfectamente circulares con finos cordones en el borde.
El campo de las monedas fue aprovechado, con fines políticos, por los monarcas. Desde las primeras acuñaciones se optó por tipos particulares que enlazaban el escudo o los símbolos heráldicos de Castilla con el emblema de Carlos V, que mostraba las columnas de Hércules sobre las olas del océano y el lema Plus Ultra. Más adelante, se añadió entre las co- lumnas la representación de los dos hemisferios, símbolo de una monar- quía en la que no se ponía el sol. Este último acabaría por convertirse en un auténtico emblema heráldico que se relacionaba con el título grabado en latín en las monedas: Rey, por la gracia de Dios, de las Españas y de las Indias.
El retrato del monarca no se introdujo en Lima como tipo monetario hasta el reinado de Fernando VI. La enorme distancia de Lima con res- pecto a la corte propició desfases entre la llegada de las noticias de las proclamaciones reales de los soberanos y la de los cuños con el nuevo retrato. Por esta razón, no son extrañas las piezas a nombre de un monarca con el busto de su antecesor. Tras estas innovaciones icono- gráficas, la producción limeña se dividió, de acuerdo con su tipo princi- pal, en las llamadas de busto, por el retrato real, y las columnarias, por las columnas.
Más allá de las fronteras de la monarquía hispánica, los reales limeños, como toda la plata española, fueron muy apreciados. Por ello en el ámbi- to colonial británico y luso se aceptó su circulación tras estampar en su superficie una contramarca con un punzón.
[ 252 ] CATÁLOGO. PERÍODO VIRREINAL
























































































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