Page 189 - Perú indígena y virreinal
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sincretismo cultural VÍCTOR MÍNGUEZ
Las primeras imágenes renacentistas que aparecieron en Perú en el siglo XVI fueron traídas del Viejo Mundo por los españoles. Tras las imáge- nes, no tardarán en cruzar el Atlántico artistas europeos que introducen sucesivamente los lenguajes estéticos e iconográficos del manierismo y del barroco. Predominan inicialmente obras y artistas sevillanos. En la segunda mitad de siglo XVI y primeros años del XVII destacan en cambio las aporta- ciones iconográficas de artistas italianos como el jesuita Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio o Angelino Medoro —establecidos en Perú en 1575, 1589 y 1599, respectivamente—. Seguidamente se notará en la construcción de la imaginería peruana la influencia de artistas españoles como Pacheco, Murillo, Zurbarán —como en la serie de las Tribus de Israel del convento de San Francisco—, Cano y Montañés. Un último foco de influencia son los gra- bados flamencos, italianos y alemanes que circularon abundantemente por Perú, destacando sobre todo los provenientes de Amberes: durante el siglo XVII sobresale la influencia de Martín de Vos y Rubens; en el siglo XVIII las estampas de mayor difusión en Perú serán las de Klauber.
Sobre todas estas aportaciones, y sin olvidar su propia tradición prehis- pánica, el artista andino indígena, mestizo y criollo construirá su discurso estético. Por lo tanto, el arte del virreinato del Perú es fruto de múltiples influencias europeas, pero también de las raíces que entroncan con las cul- turas precolombinas. Hay que tener presente que las artes plásticas habían alcanzado un gran desarrollo en la América prehispánica, de manera que la asimilación de los lenguajes figurativos y las técnicas artísticas europeas fue contrarrestada con la pervivencia de formas y técnicas nativas. Estamos por lo tanto ante un proceso de mestizaje y sincretismo cultural a gran escala.
La importante escuela de pintura cusqueña, cuya influencia irradia en toda el área andina, se sostiene en gran medida en los numerosos indígenas dedicados a la práctica de las artes. Es el caso, entre otros muchos, de Die- go Quispe Tito o de Basilio de Santa Cruz Pumacallao. El primero desarrolla una estética sincrética, reinterpretando los modelos europeos desde una sensibilidad americana. El segundo en cambio realiza una pintura ajena al medio americano. La pintura cusqueña producirá obras para Lima, Bolivia, Santiago de Chile y el norte de Argentina. También destacó en Cusco la ima- ginería, realizada en la técnica mixta de maguey, pasta y tela encolada. Sobre- salen dos escultores: Juan Tomás Tuyru Túpac y Melchor Guamán Maita. Durante el siglo XVIII triunfa definitivamente en Cusco el llamado barroco mestizo, realizado por artistas indígenas. Mientras, en Lima se desarrolla una pintura más cortesana que se aproxima a la estética rococó y que se materializa, por ejemplo, en los retratos de virreyes y de nobles locales.
En Perú tuvo lugar un fuerte sincretismo religioso, basado en la rein- terpretación de creencias, ritos e imágenes, lo que permitió conservar fór- mulas indígenas bajo apariencias cristianas. La presencia de pintores reli- giosos, como el mencionado jesuita Bernardo Bitti, contribuyó a formar doblemente a sus colaboradores americanos en las técnicas artísticas europeas y en la iconografía contrarreformista. Bitti también practicó la escultura, como demuestran algunos restos de retablos y altares. Estos restos ponen de manifiesto cómo Bitti tuvo que adaptarse a los materiales americanos, como el maguey.
Junto al sincretismo religioso y técnico, existió también un sincretismo geográfico y paisajístico. En la plástica peruana virreinal es frecuente la representación de la flora autóctona cobijando escenas de distintos géne- ros pictóricos.
Y también hubo un sincretismo político: la monarquía española recono- ció la realeza incaica a cambio de su fidelidad. Por eso, en los cuadros de gobernantes de Perú contemplamos cómo a los reyes incas suceden el emperador Carlos V y sus descendientes, y en las pinturas que representan las genealogías de los incas descubrimos cómo éstos mezclan su sangre con los españoles en un claro proceso de occidentalización. En este contexto hay que analizar los diversos lienzos que representan la unión de la descenden- cia imperial incaica con las casas de Loyola y Borja. Estas pinturas ponen de relieve las alianzas entre la aristocracia incaica y la nobleza española, bajo el beneplácito y el apoyo de la Compañía de Jesús, promotora de estas obras, en una estrategia que redundaba en beneficio del prestigio de los jesuitas y contribuía a consolidar el dominio de la monarquía española. Las pinturas genealógicas son, asimismo, una manifestación del orgullo por los antepa- sados nobles incaicos y pervivirán hasta finales del siglo XVIII.
De igual forma tiene un significado carácter político la serie de retratos de virreyes del Museo Nacional de Antropología e Historia de Lima, en su mayoría de autores desconocidos —aunque la mayor parte han sido atri- buidos al pintor dieciochesco Cristóbal Lozano—. Se trata de efigies ofi- ciales de los máximos representantes del rey que mantienen el modelo de retrato político característico de la monarquía hispánica. El conjunto mos- traba a la mirada del súbdito peruano una dinastía de poder que goberna- ba y vigilaba activamente el virreinato.
Por lo que respecta al sincretismo en el universo de los libros, hay que mencionar dos obras fundamentales: la crónica del indio Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva cronica i buen gobierno y la del mercedario Martín de Murúa, Historia general del Perú. La primera es una larga carta dirigida
[ 196 ] CATÁLOGO. PERÍODO VIRREINAL