Page 171 - Perú indígena y virreinal
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el ciclo vital ALICIA ALONSO
Hombre y mujer formaron en los Andes una unidad complementaria que fue capaz de construir uno de los desarrollos culturales más importantes de la América precolombina. Sus esfuerzos han quedado plasmados en su inmejorable producción artística y en un sinnúmero de leyendas y tradi- ciones orales.
Su vida, como la de otros muchos grupos humanos, estuvo cargada de penas y alegrías que confunden el pasado y el presente, y que nosotros podemos ir conociendo a través de las salas de esta exposición.
El núcleo social más representativo de los Andes lo constituía el ayllu o grupo familiar, donde se concentraban las relaciones de parentesco, las estrategias económicas y las creencias mágicoreligiosas. La vida en estos territorios queda, pues, organizada desde un planteamiento comunal y colectivo donde todos los miembros del ayllu se beneficiarán de ello y don- de la propiedad privada no existía como tal.
La tierra —la Pachamama—, el agua, las cosechas y frutos de la reco- lección serán repartidos entre todos. Hasta las distintas elites que domina- ron a lo largo de su historia a los hombres andinos, tuvieron que respetar el principio de la «reciprocidad» para poder mantener su estatus de privilegio.
Las actividades económicas organizaron un ciclo de la vida en torno a la agricultura tanto en la sierra como en la costa, donde los yungas eran prioritariamente agricultores antes que pescadores, consiguiendo desde épocas muy tempranas una gran estabilidad en sus campos de cultivo. El control del agua y los fertilizantes naturales ricos en componentes orgáni- cos y minerales, como el guano —excremento de ave— o la anchoveta, contribuyeron a ello.
Los productos de tierras cálidas, como el algodón, la piña o ananá, el maní o cacahuete y la palta o aguacate, entre otros, se intercambiaron con los alimentos procedentes de la sierra, como la papa o patata, el fríjol o alu- bia y el maíz.
La presencia de la mujer, vinculada con la vida cotidiana o ritual, que- da de manifiesto en un gran número de representaciones artísticas. Apa- rece asociada a distintas actividades que nos confirman la repartición del trabajo entre los dos sexos; así, la preparación de la comida, el transporte del agua, la elaboración de la chicha, la realización de piezas cerámicas y sobre todo la confección de increíbles piezas textiles estaban encomenda- das a ellas. Las alusiones a la fecundidad, a la vida íntima y reproductora, fue captada en numerosas piezas cerámicas tal y como podemos apreciar
en la exposición. También observamos la asociación maternal con sus hijos, que nos confirma que también el cuidado de los niños y su educa- ción eran parte de sus tareas cotidianas.
Desde su nacimiento los pequeños permanecían junto a sus madres, fajados, cargados a la espalda o jugueteando alrededor de las mismas, hasta que finalizaba su período de alimentación. Algunas crónicas relatan cómo desde su nacimiento se les aplicaba en la cabeza tablillas ajustadas que con el tiempo conseguirían la forma deseada de deformación corres- pondiente con su grupo o con su estatus social. Un ritual de paso marca- ba el final de esa primera infancia, al niño se le cortaba el cabello y las uñas, se le ofrecían regalos y se le encomendaba al Sol para su protección.
A partir de los catorce años, niños y niñas tomaban su nombre defini- tivo y socialmente comenzaban una etapa de madurez, aptos ya para el matrimonio y la incorporación plena a las tareas agrícolas. Si bien se toma- ba habitualmente una esposa, fue privilegio de las elites y militares recibir como regalo del Inca o alianza otras mujeres secundarias, permitiendo así la práctica de la poligamia. Pero sus principales obligaciones se concen- traban en la producción de los campos, sus sistemas de regadíos, cons- trucción de bancales —pata— y conservación de los alimentos. Hombres y mujeres compartían las tareas del campo con cantos y ritmos que facili- taban el trabajo al unísono. La música fue una de las actividades más sobresalientes del mundo andino. Presidía, además del trabajo agrícola, todas las fiestas y rituales populares o estatales.
Los instrumentos musicales, como los tambores, las flautas, pututos, campanillas, ocarinas, trompetas, cascabeles..., eran tocados por hombres y mujeres, al mismo tiempo que se cantaba y bailaba. Todos lo hacían y podemos apreciar numerosas vasijas donde se nos muestran largas filas de gentes con las manos unidas danzando tanto en escenas de vivos como más allá de la muerte. La chicha siempre acompañaba los rituales y feste- jos, consiguiendo con ello una gran algarabía en sus celebraciones.
Los juegos se incorporaron también a muchos de sus rituales, como por ejemplo la pichca, parecido a los dados, que se celebraba en los ritos funerarios. En ellos, entre cantos y sollozos, se recordaban las acciones más destacadas de sus vidas y en el caso de los incas, sus conquistas y hazañas guerreras. Los antepasados quedaron siempre presentes en la vida cotidiana y la pertenencia al ayllu, como seña de identidad en todas sus generaciones.
[ 178 ] CATÁLOGO. PERÍODO INDÍGENA