Page 397 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
P. 397
Azaña”. El objetivo del artículo fue clarísimo. Poner el punto sobre las íes porque aquella narrativa que proliferaba en la península llegaba también a México y se reproducía en los medios impresos que no simpatizaban con la República española. Y con esa seguridad de conocer a los hombres, Es- trada describió al más grande estadista que dio España en el siglo xx:
Llegaba [a la política] con su aspecto un poco pesado de buen burgués o de ateneísta rezongón, con su cara redonda, aunque de impresionan- te palidez mortuoria, y resaltando en todo, aquella su peculiaridad de highbrow, a la que los ingleses snobs otorgan una decisiva importancia para definir la calidad de las personas. Aunque en este caso, la impresión que en realidad producen las cejas altas de Azaña es la de un espíritu profundamente observador y escéptico, que siempre está en guardia con un rápido y penetrante florete de ironía. He aquí una de sus armas, quizá no muy recomendable para un jefe de Estado o para un presiden- te de Consejo, a quien vale más guardarle en tanto que se halle en el poder12.
Las circunstancias del momento español se definieron pronto. Fabela ase- guraba al presidente Cárdenas que la renuncia de Azaña a la presidencia de la República no fue bien recibida por todos aquellos con que habló de este asunto. Creían, a diferencia de lo que pensaba el expresidente, que los co- locó en las peores condiciones “desde el punto de vista interior e interna- cional”. Empero, lo que sí parecía “evidente” fue que esa renuncia “preci- pitó” todo13. Como la propia muerte de don Manuel, que ocurrió el año de 1940, el 3 de noviembre, en Montauban. Y fueron mexicanos los que lo acompañaron hasta su última morada. El ministro Luis I. Rodríguez hizo la “Oración fúnebre ante el cadáver del presidente de la República españo- la”: “Llega hasta la última morada envuelto en la bandera de mi patria. [...] No olvidemos esta fecha: nos servirá de santo y seña para la victoria final: Azaña ha muerto. ¡Viva España!”14.
Azaña no se olvidaba en México y, por circunstancias inéditas, pues habían llegado una cantidad impresionante de exiliados españoles, su recuerdo fue más vivo. Apenas había pasado un año de su muerte cuando apareció Azaña. El gobierno, escrito por Francisco Villanueva, director de El Liberal, de Ma- drid, bajo el sello de la Editorial Moderna. Al año siguiente, Ediciones Mi- nerva publicó el libro de Indalecio Prieto Palabras al viento, y en la parte correspondiente a “Necrologías” está la que le dedicó a don Manuel. El artí- culo de referencia lo escribió el 5 de noviembre de 1940. Recuento de los desencuentros y de lo que consideró actos fallidos del presidente y lo que estimó una de sus máximas virtudes: el “mejor orador de habla española”15.
El día 3 de noviembre de 1942, segundo aniversario de la muerte del ilustre hijo de la República española, el exministro Fabela pronunció un discurso en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, ante la presencia de
12 Enríquez Perea, Alberto (coord.), La inagotable presencia de Genaro Es- trada, México, Secretaría de Relacio- nes Exteriores (Archivo Histórico Diplomático Mexicano), 2019, p. 516.
13 Carta de Isidro Fabela número 12 a Lázaro Cárdenas. Ginebra, 16 de marzo de 1939, en Archivo General de la Nación. Ramo: Presidente Lá- zaro Cárdenas, exp. 702.1/92.
14 Misión de Luis I. Rodríguez en Fran- cia: la protección de los refugiados es- pañoles, julio a diciembre de 1940, presentación de Rosario Green, Car- los Bazdresch y Andrés Lira, prólogo de Rafael Segovia y Fernando Serra- no Migallón, México, El Colegio de México/Secretaría de Relaciones Exteriores/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2000, p. 278.
15 Prieto, Indalecio, Palabras al viento, México, Ediciones Minerva, 1942.
396 alberto enríquez perea