Page 360 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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11 Rivas Cherif, Cipriano de, Retrato de un desconocido: vida de Manuel Azaña (seguido por el epistolario de Manuel Azaña con Cipriano de Rivas Cherif de 1921 a 1937), Barcelona, Grijalbo, 1979, pp. 665-666.
esteriliza el espíritu como la política activa y el gobierno”9. Volvió a la po- lítica en 1934 solo porque consideraba que la República corría un grave peligro. Los esfuerzos que hizo por propiciar la reunificación de la coalición republicano-socialista en 1934, llevaron a la derecha a recriminarle el alza- miento de octubre de ese año, y acabó siendo insultado y encarcelado. Fue detenido en Barcelona al inicio de los acontecimientos de octubre y reclui- do en un buque prisión hasta finales de diciembre. A pesar de los insultos que le profirió la prensa de derechas, o tal vez debido a ello, se convirtió en un símbolo para todas las víctimas de la política autoritaria de la coalición radical-cedista. Profundamente conmocionado por la experiencia –que re- lató en su libro Mi rebelión en Barcelona–, Azaña se sintió conmovido por la solidaridad popular generada durante su persecución, redoblando sus esfuerzos por la recuperación de la República. Cuando salió de prisión, extremadamente amargado, lo último que quería era asumir en solitario la tarea de reconstruir la fuerza electoral necesaria para recuperar la República. Aun así, a su pesar, fue reclamado por los ciudadanos españoles y empuja- do por el apoyo popular que recibió durante su persecución para acometer esa tarea. Su liberación coincidió con el día de su santo y las cartas y tele- gramas de apoyo llegaron a la sede madrileña del partido por cientos de miles. Quienes querían transmitirle sus buenos deseos bloquearon la Puer- ta del Sol y la calle del Arenal10. Azaña se sintió inspirado por lo que asumió como una manifestación del anhelo público por la República de 1931-1933 y, con cierto disgusto inicial, emprendió la campaña de discursos públicos conocidos como “discursos en campo abierto”.
Irónicamente, octubre de 1934 iba a situar a Azaña y a Franco en el cami- no final para convertirse en líderes de las dos Españas durante la Guerra Civil. Las secuelas de octubre hicieron que Azaña se convirtiera en uno de los artífices del Frente Popular, y, por consiguiente, en presidente del Go- bierno y, posteriormente, en presidente de la República. Para Franco, los sucesos de octubre de 1934 tuvieron un significado totalmente distinto. Diego Hidalgo, ministro de Guerra, le pidió que fuera el cerebro de la re- presión. Dado que durante el estado de guerra las competencias del Minis- terio de la Gobernación las asumía el ministro de la Guerra, y que Diego Hidalgo se había puesto totalmente en manos de Franco, el general disfru- tó un poder dictatorial sin precedentes. Mientras la derecha culpaba a Aza- ña de desatar los acontecimientos de octubre, Franco, organizando una salvaje represión a manos del ejército de África, se iba configurando ante los ojos de la derecha como salvador militar de la nación.
En febrero de 1936, Azaña regresó al poder con “el deseo que haya sonado la hora de que los españoles dejen de fusilar los unos a los otros”11. Vana esperanza. Ejerció la autoridad como presidente del Gobierno solo breve- mente, apartándose en mayo de la política activa para pasar a la “jaula dorada” de la presidencia de la República. El eventual alzamiento y la revo- lución popular que provocó distaban tanto de la visión ética y racional que
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