Page 347 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Aragón. Negrín se desplazó inmediatamente a París, donde se entrevistó con Léon Blum –de nuevo jefe de Gobierno– y los ministros Édouard Daladier, Vincent Auriol y Pierre Cot, con propósitos militares: solicitar –según le dijo después a Azaña, causándole asombro– la intervención de cinco divisiones francesas y el envío de 150 aviones5. Mientras su jefe de Gobierno negociaba en la capital francesa, Azaña quiso intentar una solución diplomática, con- ducida por los partidos republicanos (era necesario “un cambio en la política del Gobierno y en el optimismo ciego del presidente”, le confió a Martínez Barrio). Al mismo tiempo, su fiel Giral, a la desesperada, reveló al embajador francés Eirik Labonne lo crítico de la situación6. Azaña contaba con el apoyo de Prieto y de la mayoría de ministros, salvo los dos comunistas.
A la vuelta de Negrín, el embajador Labonne quiso saber si el Gobierno estaría dispuesto a admitir una iniciativa francesa mediadora, a lo que el Gobierno contestó que no, en lo que tuviera de reconocimiento público de dicha oferta. Azaña se lamentó porque no se le había consultado, pero Negrín hizo ver al embajador que estaba dispuesto a esperar una coyuntura internacional más favorable, y que todo arreglo por esa vía era imposible: el pueblo español no lo aceptaría, pero Franco tampoco7.
El 31 de marzo de 1938, Azaña mantuvo una entrevista con Labonne. Según le dijo, antes de la derrota de Aragón (en abril de 1938) pensaba que la solución era que la República “declarase” el armisticio y solicitase el concurso de las potencias occidentales para la salvaguardia de un régimen de transición, pero ahora, después de la derrota, consideraba ya que toda mediación política era inviable, y solicitó de Labonne que su Gobierno estuviera dispuesto, para cuando la situación fuera “desesperada”, para una mediación de tipo humanitario que garantizara alguna presentación hono- rable de la derrota e impidiera una política de venganza de los vencedores8.
Sin embargo, en pocos días, se produjo un cambio importante en la marcha de la política interior de la República que afectó decisivamente a la exterior y acabó con todas las expectativas atesoradas por Azaña durante los dos años anteriores. En efecto, la crisis del primer Gobierno Negrín, en abril de 1938, se resolvió desfavorablemente para Azaña con la salida del gabinete de Indalecio Prieto y de José Giral, asumiendo Negrín directamente el Ministerio de Defensa y siendo ocupado el Ministerio de Exteriores otra vez por Julio Álvarez del Vayo, como en tiempos de Largo Caballero. Se formó, así, un ministerio de Union Sacrée, “de guerra”, y “resueltamente hostil a la mediación”, como lo calificó Eirik Labonne9.
Para Azaña, con el cambio de Gobierno se había consolidado el sector partidario de continuar la guerra, de manera que, desde entonces, sus rela- ciones con Negrín fueron ya de mal en peor. Fue en esta fase final de la guerra –pero no antes– cuando Azaña se decidió, por fin, a desarrollar al- gunas iniciativas diplomáticas al margen del Gobierno10.
5 Vid. Azaña, Manuel, Apuntes de me- moria y cartas, Valencia, Pre-Textos, 1990, pp. 93-97.
6 Ibídem, pp. 93-95.
7 Documents Diplomatiques Français,
2e série, [DDF], París, Groupe Édi- torial Peter Lang, 1980, t. VIII, p. 435.
8 Ibídem, t. IX, pp. 35 y 102.
9 Ibídem, p. 117.
10 Según dejó escrito Azaña en sus Dia-
rios, en una conversación mantenida con Sánchez Román el 7 de septiem- bre de 1937 en La Pobleta, este le dijo que: “En su opinión, yo debería olvidarme un poco de mi papel ofi- cial y conducir personalmente la po- lítica exterior. Le explico que eso es imposible. A espaldas del Gobierno no iba a hacerlo; de acuerdo con él, ya lo procuro, en el único modo po- sible, o sea razonando mis puntos de vista y procurando inculcárselos”. Vid. Azaña, Manuel, Obras completas, ed. cit., vol. IV, p. 767.
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