Page 117 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Su cometido –la neutralización del militarismo– se presentaba como una tarea imprescindible para la reconversión del Estado liberal en uno autén- ticamente democrático, regido por el derecho y la igualdad de obligaciones y oportunidades para todos los ciudadanos. Era la expresión de un patrio- tismo cívico incompatible con fueros y privilegios de casta; por ello tam- bién, de corresponsabilidad de la ciudadanía en la defensa nacional. De ahí la complementaria reformulación de la organización de la Marina militar, orientada a un carácter exclusivamente defensivo subordinando su compo- sición a la forma en que se establezca la proyectada Sociedad de Naciones. Y con ella la reorganización de la Marina mercante, la construcción naval y pesca marítima, a través de un código marítimo civil y una ley de pesca marítima, adaptada, en todo caso, a la ley de accidentes de trabajo y a la de seguro obligatorio de vejez e invalidez. Así pues, se trataba de un proyecto militar que contemplaba la defensa nacional como una necesidad básica, pero planteado como un problema político que reclamaba armonizar la autonomía de la conciencia individual con el todo nacional. Ese modelo lo encontró Manuel Azaña en la experiencia de la política militar francesa13, país de fuerte influencia en sus postulados reformistas, democráticos y re- publicanos, y que visitó de nuevo a lo largo de varios meses desde finales de noviembre de 1919.
El programa reformista, de fuertes componentes sociales, necesitaba de un triunfo electoral que Azaña y sus compañeros de partido buscaron con ahín- co en los años siguientes. En dos ocasiones intentó Azaña ser diputado por Puente del Arzobispo (1918 y 1923) y en ambas fracasó. Lo notable de su empeño es que el deseo de ser diputado cohabitaba con un cierto desdén hacia los profesionales de la política española, instalados en prácticas perma- nentes de corrupción, profesionales del manejo electoral, muy distantes de la concepción –y de las posibilidades reales– del candidato reformista. De esa situación y ánimo da cuenta la correspondencia con Cipriano de Rivas Che- rif, donde resalta que, frente a la seriedad con que se ven las elecciones desde el Ateneo, el salón de conferencias o en los despachos de algunos políticos, su experiencia directa de la campaña electoral se le antoja cómica: “en el te- rreno de la verdad yo encuentro que las elecciones son una de las cosas más divertidas que pueden hacerse; yo no me he encontrado en una situación tan profundamente cómica desde que leí mi tesis doctoral”14.
Como tal intelectual, Azaña vive la experiencia directa de la política con in- evitable actitud crítica. Participa en ella, pero al mismo tiempo su intelecto le abre un foso entre la reflexión de la naturaleza y función de la política y la realidad de sus rugosidades mundanas de la práctica cotidiana. La singulari- dad de Azaña como intelectual es que, al tiempo que reflexiona sobre la na- turaleza del Estado, conoce su funcionamiento15; sus análisis políticos vienen ilustrados por una amplia apertura a las dimensiones internacionales en los que se mueve la política; pero, sobre todo, maneja los registros del ensayo político, del artículo periodístico o de la narración literaria. La práctica polí-
13 Azaña, Manuel, “Prólogo” a Es- tudios de política francesa con- temporánea. La política militar, OC, vol. 1, pp. 403-407.
14 Azaña, Manuel, Carta a Cipriano de Rivas Chérif, en Azaña, Manuel y Rivas-Chérif, Cipriano de, Cartas, 1917-1935 (Inéditas), Valencia, Pre-Textos, 1991, p. 22.
15 Aubert, Paul, “El intelectual, según Manuel Azaña”, en Alted, Alicia, Egido, Ángeles y Mancebo, M.a Fernanda (eds.), Manuel Azaña. Pen- samiento y acción, Madrid, Alianza, 1996, pp. 68 y ss.
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