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cia, Italia o la unión Soviética durante la época en que transcurre la expo- sición —fruto de la inserción de nuevas formas teatrales y de la influencia del simbolismo decimonónico— fue más significativa y radical que en Es- paña. Ello no quiere decir que en nuestro país no ocurriera en otro tiempo y forma. un ejemplo sería la huella que dejó, entre otros artistas, Salvador Dalí, quien se convirtió en el difusor de elementos formales de la imagine- ría surrealista en diferentes campos creativos. De igual forma, el cine se inventó a sí mismo a partir de la reescritura de los mecanismos del circo, el music-hall, la opereta, la revista o el teatro popular.
Las artes escénicas populares en España fueron consideradas en su mo- mento géneros “menores”, “ínfimos”, “frívolos”, “sicalípticos” o, simplemen- te, no fueron tomados en cuenta en el constructo formal de nuestra cul- tura. Pese a esa indiferencia, el paso del tiempo y su reconsideración han demostrado la importancia que tuvieron en la formación del imaginario cultural español.
Fruto de aquel ambiente fue que se forjase en nuestro país, entre otros logros, una suerte específica —lo español, la españolada— que daría pro- yección internacional a parte de nuestra cultura, de la que fueron prota- gonistas artistas como La Argentina, Vicente Escudero o Carmen Amaya.
El ciclo temporal escogido para esta muestra coincide con la denominada “Edad de Plata”, que tuvo su máximo exponente en la producción literaria y que congrega a tres generaciones de escritores reconocidas mundial- mente: la del 98, la del 14 y, por último, la del 27.
Cien años después de la época que enmarca la exposición, el arte ha co- brado una dimensión más amplia e interdisciplinar: se han disuelto los límites entre sus diferentes manifestaciones y existe, además, una con- ciencia de lo común, fundada en una gran libertad, que juega contra las normas culturales heredadas del arte clásico y que está presente en todos los procesos creativos.
A esta suerte de hibridación presente en nuestra actualidad contribuyeron decisivamente las artes escénicas y, en especial, la cultura escénica de prin- cipios del siglo XX en el mundo.
La reivindicación de los eventos más populares del entretenimiento, el res- tablecimiento de las formas más antiguas del espectáculo, la restauración de las atmósferas circenses, el cultivo del teatro de marionetas, el silencio, el mimo, la danza, el rescate de los géneros poco convencionales o la re- cuperación de la sensualidad del cuerpo humano, entre otros aspectos, se encuentran presentes en el arte de hoy.
Esta cartografía expositiva presenta un periodo desconocido para la gran mayoría de la juventud española; sin embargo, paradójicamente, hoy que vivimos en la cultura del espectáculo, puede ser mejor comprendido que nunca. Los planteamientos germinales de aquel momento de efervescen- cia de nuestras artes escénicas —prácticas culturales compartidas, siner- gias en el conjunto de las actividades artísticas, exaltación de las expresio- nes vivas de carácter emocional y la adaptación inmediata de la cultura a las necesidades cotidianas de la sociedad— son ya procedimientos asen- tados y norma de la cultura actual.
GOYESCA, DE F. PERIquET. FOT. VIDAL. 1917
  LA PRInCESA quE SE CHuPABA EL DEDO, DE M. ABRIL. FOT. VIDAL. 1917
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EL SAPO EnAMORADO, DE T. BORRÁS Y MúSICA DE P. LunA. FOT. VIDAL. 1921
  






















































































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