Page 88 - Eduardo Mendoza y la ciudad de los prodigios
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¿Por qué no se derribaban las murallas? Porque el Gobierno no daba permiso: con pre- textos estratégicos insostenibles mantenía asfixiada la ciudad, impedía que Barcelona creciera en extensión y en poder. Los reyes, reinas y regentes que se sucedían en el trono de España fingían tener problemas más acuciantes y los gobiernos se mostraban remo- lones cuando no sarcásticos: si les falta terreno, decían, que quemen más conventos. Aludían con esto a los conventos incendiados por la turbamulta en las sangrientas alga- radas de aquellas décadas turbulentas y al hecho de que los solares hubiesen sido luego utilizados como espacios comunitarios: como plazas, mercados, etcétera. Por fin las mu- rallas fueron derribadas.
Ahora parece que ya podemos respirar, se dijeron los barceloneses. Pero la realidad no había cambiado: con murallas o sin murallas la estrechez de la ciudad era la misma.
La ciudad de los prodigios
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